Día del Libro: encuentro en directo con los lectores y lectoras del Método Bravo

El pasado mes de abril se celebró el Día del Libro, que para mí siempre ha sido especial, pero reconozco que desde que yo misma escribí el Método Bravo y me convertí en autora, ese día tenía un sabor mucho más intenso. También tengo que reconocer que ahora para mí todos los días son un poco el Día del Libro, ya que a menudo recibo mensajes en redes sociales y en mi contacto con los lectores y lectoras del Método Bravo que me cuentan cómo les ha ayudado en sus vidas, y me hacen sentir esa relación única que se establece entre un autor y sus lectores.

Este año sin duda la celebración era muy diferente y no hemos tenido la posibilidad de interactuar personalmente o vernos en las casetas de la Feria del Libro, pero no quería dejar de tener ese contacto especial con los lectores y por eso pensé que era una oportunidad fantástica para tener una conversación abierta con todos vosotros y vosotras en Instagra. No se trataba de hablar del momento de pausa mundial que estamos viviendo, sino que me apetecía mirar hacia dentro y proponeros que usarais este tiempo para escribir un poco, para desarrollar vuestra creatividad, para comunicar mejor… Os pedí que me hicierais preguntas sobre todo ello, y he preparado un pequeño resumen de ellas que no podía dejar de compartir aquí. Así que miles de gracias a los cientos de personas que seguisteis el directo y a todas aquellas que con vuestras preguntas me ayudasteis a compartir estas pequeñas píldoras que espero que os resulten útiles tanto ahora como en el futuro.

¿A qué se debe que un alto porcentaje de personas se “congele” al hablar en público? ¿Cuál es el miedo común que compartimos?

Obviamente, todo lo que suponga exponernos genera ese momento hiperadrenalínico que nos hace sentir ese miedo “animal” que nos puede surgir también si nos fuera atacar una araña, o cuando vemos una cucaracha (obviamente las imágenes de leones y la selva nos quedan ya lejos, pero la mayoría nos podemos sentir identificados con esos otros miedos o fobias más de nuestros días).

El momento de hablar en público significa exponerse, de hecho hay personas que se sienten literalmente desnudas ante su audiencia. Esto puede responder a haber tenido una mala experiencia o una situación desagradable… La cultura que hemos vivido en el colegio en nuestras generaciones no ha ayudado a esto, por ejemplo, y el caso es que muchos tenemos anclajes no solo por nuestro cableado mental, por quienes somos evolutivamente hablando, cuáles son nuestros peligros y cómo responde nuestro cuerpo a ellos y cómo funciona el cortisol en nuestra sangre, sino también en nuestro propia herencia experiencial que puede dejar una huella imperecedera, una impronta que nos dice que si hablar en público es una experiencia tan desagradable y que nos deja tan mal cuerpo, casi preferimos no tener que repetirla.

Esto en nuestra vida adulta nos puede separar de tener un buen trabajo, de progresar en el que ya tenemos… En definitiva, de renunciar a oportunidades. Así que si piensas que puedes brillar mucho más hablando de lo que sabes, este es el momento de atreverte a perder ese miedo que en realidad es muy fácil de superar.

¿Cómo podemos enfocar la labor comercial desde el punto de vista de la comunicación?

Obviamente, un encuentro de ventas y una charla en público comparten muchas características en cuanto a comunicación, la parte comunicativa de la venta tiene las mismas trazas que una buena conversación sobre cualquier tema o que dar buen feedback a alguien de tu equipo. Lo más importante siempre es el otro.

Yo he sido vendedora y pienso que en el fondo todos los oradores lo somos; así que yo, personalmente, siempre que he pensado en una venta, realmente no pienso en lo que tengo para vender… La conversación de ventas se trata de escuchar a la otra persona, lo que le preocupa, lo que puedo hacer por ella honestamente, y de desapegarme del resultado, lo que no es tan sencillo, porque evidentemente para los comerciales en esa venta está implícito nuestro medio de vida, pero lo interesante es poder disociarte de esa necesidad y ofrecer siempre habiendo escuchado a la otra persona. Hablar en público significa escuchar al público.

¿Qué puedo hacer para que no me entren los nervios si veo a alguien en el público que está cuchicheando?

Esto de los cuchicheos es algo de lo que me gusta hablar, porque creo que hay veces que tenemos una mente “demente”, o sea, hay veces en las que vemos que alguien está hablando a otra persona en la primera fila y nuestra mente, algo retorcida, nos hace pensar automáticamente que están hablando de lo mal que nos queda el color rojo o de lo mala que ha sido la última explicación o el último chiste… Pues bien, tened claro que la gran mayoría de las veces es la imaginación hiperexcitable que tenemos la que nos lleva a pensar que alguien está diciendo algo terrible de nosotros.

Yo no siempre he tenido el aplomo que tengo ahora para hablar ante el público (ojo, el sentimiento de las mariposas en el estómago siempre estará ahí, y el día que no las sienta “colgaré los tacones”). Por eso soy consciente de que eso de no ponerse en lo peor, como cualquier otra cosa, se entrena. Yo siempre digo que hablar bien en público significa pensar bien en privado, y aquí es donde eso entra en juego. Para ese momento, ese marco mental, uno se prepara. Y ese pensar bien en privado significa precisamente saber ser consciente interiormente de que esos cuchicheos no tienen importancia y ser capaz como orador u oradora de mantener su atención. Por favor, no imaginéis siempre lo peor ni dejéis que vuestra mente trabaje en vuestra contra.

¿Está mal salir con una “chuleta” por si te quedas en blanco?

Bueno, en realidad no es recomendable, pero puede ser un mal menor si no contar con ella te puede producir más problemas. Si tienes miedo a quedarte en blanco y te vas a desplomar al salir al escenario, no dudes en apoyarte en un pequeño guion. Así, en vez de tener que decir “me he quedado en blanco”, que envía una orden a la mente de detenerse porque efectivamente no hay ninguna conexión, si en vez de eso miras al papel y tienes un pequeño guion, no hace falta que lo tengas todo detallado, encontrarás algo con lo que decirles “dejadme que os recuerde otro punto…”.

¿Qué es un divulgador y quién puede serlo?

En realidad, un divulgador es una persona que se dedica a aprender sobre un tema de forma obsesiva, si me permitís la expresión. Por ejemplo, yo en un momento de mi vida en el que tenía un problema de anemia, escuchaba por supuesto a los médicos, pero que además leía blogs, noticias, publicaciones… Recuerdo especialmente leer y seguir las recomendaciones de una persona que en aquel momento aún se estaba formando, pero que ahora tiene grandes responsabilidades en proyectos relacionados con la nutrición y se ha convertido en la persona que entonces quería ser. En aquel momento esa persona aún no tenía el título, pero demostraba que lo sabía todo sobre su temática y lo expresaba como pocos profesionales eran capaces de hacerlo.

Así que, como digo, diciendo quienes somos, los títulos que tenemos y lo que nos acredita para hablar de lo que hablamos, creo que todos podemos ir poco a poco ganándonos esa autoridad para ser considerados divulgadores.

¿Cómo supiste que querías dedicarte a esto?

Bueno, mi primer trabajo tuvo que ver con la organización de eventos, y ahí tuve la oportunidad de ver en acción a grandes oradores y expertos, y vi que muchos grandes autores con ideas potentes pero complejas no conseguían que sus mensajes calaran, mientras que otros como Tony Robbins o Ariadna Hufftington decían cosas mucho más sencillas pero les hacía a la gente ver la luz.

Yo alucinaba con que mensajes tan sencillos calaran tanto y otros igual de válidos o más no llegaban al público, y en ese momento decidí investigar y estudiar por qué se producía eso. Qué hilo conductual, qué línea subyacente, qué patrón se cumplía en los discursos que hicieran que algunos fueran capaces de mover masas como lo hizo aquel famoso “Tengo un sueño” de Martin Luther King. Y me fui dando cuenta de que se daba un orden aristotélico de introducción, nudo y desenlace, pero yo lo maticé con resortes de la persuasión (que en el Método Bravo son la R y la A, y en ese momento creí descubrir el santo grial, que además se combinaba con Bravo.

¿Cuál fue tu peor momento en un escenario y cómo lo resolviste?

Es curioso porque esto me lo preguntan muy a menudo en las entrevistas y en los encuentros y formaciones que imparto. Yo suelo contar que mi libro salió un trece de febrero, justo la víspera del día de los enamorados, y ese día yo estaba dando formación en una empresa de transporte y recibí un mensaje que decía que se había vendido la primera edición entera, unos cinco mil libros. Me quedé en shock pero superfeliz, y por supuesto no se lo dije a nadie porque pensé que quizá eso no era tan especial, o que lo mismo era un espejismo y al día siguiente se devolvían los libros. Pues los libros no solo no se devolvieron sino que antes de la presentación, que fue el 21 de febrero, estaba ya prácticamente en la tercera edición. Tuve mucha suerte y ahí tiene también mucho que ver contar detrás con una editorial de prestigio como es Planeta.

El día de la presentación lo recuerdo ese día con la sensación de que me iba a ver mucha gente que nunca me había visto hablando en público: mi familia, mis amigos, mi familia política, mis amigas de la infancia, mis amigas del barrio… muchas personas que me conocían bien, que nunca me había visto hablar en público. Antes de mí, intervinieron mis dos prologuistas, que son dos de las mujeres que más admiro en el mundo, Pilar Jericó y Margarita Álvarez, con la presentación de Dani de la Cámara, que hizo un monólogo sensacional… Hablaron tan bien de mí, que cuando me tocó salir, no puedo decir que tuviera la boca seca (ya sabéis que tengo trucos para eso), sino que además  de que las luces me cegaban, durante casi treinta segundos no fui capaz de decir una sola palabra, tenía el corazón en la boca, y recuerdo un aplauso que me dio espacio para tragar saliva y decir todo lo que tenía que decir. Así que ese fue un gran peor momento de mi carrera. Cuando eres conferencista y te toca hablar sobre algo, pueden medir cuánto sabes de lo que dices, pero cuando eres oradora y tu tema es precisamente hablar en público, lo primero que analizarán es si cumples o no los preceptos que cuentas, y eso siempre ha sido para mí una presión que me impulsa a hacerlo lo mejor posible.

Nuestra obsesión por fijarnos en lo negativo, por cómo es el sistema reticular de nuestro cerebro tenemos anclajes que son de puramente supervivencia. Me preguntáis por esas experiencias negativas porque el sistema reticular de nuestro cerebro está superorientado por una cuestión puramente supervivencial en fijarse en lo negativo, pero también hay muchísimas experiencias positivas al hablar en público, así que como suelo decir, a veces se gana, y a veces… se aprende.

¿Cómo gestionas las emociones cuando comunicas?

Aquí os voy a dar un pequeño truco de programación neurolingüística (PNL), pensad ahora mismo en cualquiera de vosotros en una situación especial que hayáis vivido… Yo por ejemplo suelo pensar en el día que nació mi sobrina Amaya, el 22 de diciembre, día de la Lotería aquí en España, y me acuerdo perfectamente, pero entre que ves tantas fotos, etc., que tengo recuerdos de ese día desde dentro de mí, pero también tengo recuerdos de ese día de estar de madrugada viendo cómo mi hermana estaba intentando dar de comer a mi sobrina que estaba despiertísima, como ella es, pero sin ganas de comer. Y tengo recuerdos de mí misma desde arriba viendo a mi hermana. ¿Cómo puede ser que me viera desde arriba si no había una cámara? Pues porque hay recuerdos en los que estamos asociados, en los que estamos ahí metidos, y otros en los que nos podemos disociar, es decir, vernos a nosotros mismos como si estuviéramos viéndonos a nosotros mismos en una película.

A mí me ayuda mucho a nivel emocional hacer ese ejercicio, y por ejemplo, en vez de proyectar lo mal que lo voy a hacer, hago este ejercicio de proyectar quizá no tanto cuánto les va a gustar o cuánto les voy a gustar yo, ya que todos tenemos un deseo inherente de ser queridos y apreciados, pero sí de pensar cómo les voy a ayudar, intento disociarme de esa imagen y a veces le pongo más brillo, o más volumen… Estar disociada de la emoción me ayuda a tomar perspectiva, literalmente, y a veces desenganchar.

Yo tengo también un pequeño truquito para cuando te emocionas mucho en el escenario que es mirar hacia arriba… Esto lo voy a contar en los consejos que os voy a enviar en breve si os apuntáis en monicagalan.com/regalo, así que ¡entrad y uníos ya!

¿Cómo supiste que querías dedicarte a esto?

Bueno, mi primer trabajo tuvo que ver con la organización de eventos, y ahí tuve la oportunidad de ver en acción a grandes oradores y expertos, y vi que muchos grandes autores con ideas potentes pero complejas no conseguían que sus mensajes calaran, mientras que otros como Tony Robbins o Ariadna Hufftington decían cosas mucho más sencillas pero les hacía a la gente ver la luz.

Yo alucinaba con que mensajes tan sencillos calaran tanto y otros igual de válidos o más no llegaban al público, y en ese momento decidí investigar y estudiar por qué se producía eso. Qué hilo conductual, qué línea subyacente, qué patrón se cumplía en los discursos que hicieran que algunos fueran capaces de mover masas como lo hizo aquel famoso “Tengo un sueño” de Martin Luther King. Y me fui dando cuenta de que se daba un orden aristotélico de introducción, nudo y desenlace, pero yo lo maticé con resortes de la persuasión (que en el Método Bravo son la R y la A, y en ese momento creí descubrir el santo grial, que además se combinaba con Bravo.

¿Realmente es tan importante la participación de la audiencia en una charla?

Según un estudio del MIT, cuanto más participamos en una comunicación más posibilidades hay de retener la información y más válida nos parece. Y es que muchas de las cosas que contamos cuando hablamos en público no calan lo suficiente porque no les hacemos participar, porque pensamos que los únicos que somos importantes somos los que estamos debajo del foco y lo único importante es volverse “audienciacentrista”, es decir, que lo único que importe sea la persona que recibe el mensaje. Hacer participativa la comunicación les involucra y consiguen después que haya un cambio, que es precisamente lo que buscamos las personas que hablamos en público, que exista ese cambio.

¿Cómo gestionar la energía al hablar en público?

Aquí tengo un consejo fundamental: yo cada vez que hablo en público trato de subir un punto mi energía. Trata de traducirlo como quieras: si para ti un punto de energía es moverte un poco más, si es subir un pelín la voz, o hablar con más pasión, sea lo que sea, trata de ponerle un punto más de energía a tu comunicación que si estuvieras hablando con un amigo de toda la vida tomándote un café. Trata de mostrar más fuerza, porque la atención es muy difusa y es muy difícil mantenerla, y se cuida mientras estás hablando pero también antes, por eso importante el descanso el deporte la alimentación, y los pensamientos, nuestras acciones tienen que ver con el origen de nuestros pensamientos.

 

¿Qué podemos hacer para mantener la calma cuando hablamos en otro idioma?

Por supuesto, lo primero es tener una competencia básica en ese idioma, y a partir de ahí, si tienes que hablar en otro idioma y no eres realmente bilingüe, muchas veces esa inseguridad se traspasa a tu actitud como orador. Así que si se tiene que trabajar cuando hablas en tu propio idioma la postura, la voz, los pensamientos, etc., el trabajo en un segundo idioma es el doble. ¿Por qué? Pues porque una de las cuestiones es cómo percibimos las cosas y otra como son, como ya explicaba antes. Cuando estás en ese momento en que pierdes el hilo, o piensas en esa palabra que no te sale en inglés, los segundos que a ti se te hacen eternos en realidad para la audiencia son incluso muy agradables, pues les sirven para procesar la información que les has dado. Así que date el permiso, entrena ese momento de darte el permiso para buscar la palabra, o incluso pedir ayuda al público para preguntar cómo se dice algo.

Para terminar, me despido con una metáfora que escuché el otro día y me gustó un montón. En realidad es una metáfora y un consejo: investigad cada vez las leyendas que compartimos, porque a veces no son del todo ciertas, pero siempre podemos aprender algo de ellas. Por ejemplo, esa leyenda que dice que las aves cambian de plumaje y de picos la investigué y supe que no era real, pero lo que sí descubrí es las langostas de Honduras, que pude ver en vivo recientemente,  van creciendo de tamaño a lo largo de su vida, y viven un punto de mucha incomodidad en que se sienten atrapadas dentro de su caparazón, que no ha crecido en la misma medida. Entonces lo que tienen que hacer es meterse entre las rocas y desprenderse de ese caparazón hasta que generan otro nuevo más grande.

A mí me gustaría entender ese momento de incomodidad como si fuéramos una langosta, estar ahí un rato conectado, apretado y buscar oportunidades, y quizá sí que hay que retraerse un poco y meternos en nuestra cuevita, pero hay que entender la incomodidad como algo necesario Si las langostas pudieran ir al médico, les daría algo para superarla, pero no crecerían. Por eso hay veces que estoy convencida de que después de esa incomodidad, si nos refugiamos en la roca y creamos un nuevo caparazón, es posible que crezcamos y con eso ayudar a nuestra propia vida y a la de las personas que nos rodean. Así que a partir de ahora… a ser un poco langosta.

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